Racismo y aporofobia ¡Qué está pasando!

Fecha: 22 Jul 2019

 Artículo de opinión de Cristina Antoñanzas, Vicesecretaria General de UGT, en "El Siglo de Europa"


► Los inmigrantes tienen tasas más altas de desempleo, más precariedad y peores condiciones laborales que el resto de los trabajadores y España ocupa el primer lugar de los Estados miembros de la Unión con trabajadores nacionales de terceros países con riesgo de pobreza

► Leo que un país de inmigrantes rechaza a los inmigrantes. Primero quiere construir un muro, deporta a personas "extranjeras" e invita a regresar a su países de origen a cuatro mujeres congresistas por el hecho de opinar distinto. Éste es un relato que hemos podido ver, a través de los medios de comunicación, sobre lo que sucede al otro lado del charco, pero que lamentablemente es un ejemplo que se está expandiendo en este mundo globalizado. 


Estamos ante una nueva oleada de racismo y aporofobia, palabra que la Real Academia de la Lengua define como fobia a las personas pobres o desfavorecidas. Me preocupa porque crece al calor de la política, y, en este sentido, coincido con Adela Cortina, catedrática de Ética que ha escrito un libro sobre este tema, cuando lo define como un problema político y un desafío para la democracia. Y si cabe, me inquieta más también por la proximidad, porque se están gestando relatos parecidos a lo que está ocurriendo en EE UU y otros países, también en el nuestro. 

Aquí el foco ahora se sitúa en los menores de edad extranjeros no acompañados, que tienen una especial protección jurídica, y en las personas que intentan llegar a nuestras costas a través de la mar en busca de una vida mejor y que, en muchas ocasiones, lamentablemente, se la dejan en el camino.

Esta bandera que intenta generar rechazo hacia los inmigrantes la están ondeando algunos partidos políticos que utilizan la demagogia y la mentira para emponzoñar y atacar, eso sí, al inmigrante que no viene con billetes en los bolsillos  ni una gran cualificación, sino que llega con los bolsillos vacíos, con hambre en muchos casos, pero con ilusión y expectativas.  

No caemos en la cuenta, o no queremos hacerlo, de que los movimientos migratorios han aportado de siempre una gran riqueza no solo económica, sino cultural a los pueblos. Y en el caso de España, deberíamos tener asumido que la emigración y la inmigración ha sido siempre una realidad que ya forma parte de nuestra historia.

Hace unos días se conmemoró el Día Internacional de la Población y España ha alcanzado el máximo histórico de 46.934.632 personas, eso sí, españolas y extranjeras. Y esta cifra se ha logrado gracias a la inmigración. Sin ellos no hubiera sido posible. Se reduciría la población actual en 7.672.699 personas, la población activa en 3.683.300 personas y el gasto total de las familias en bienes y servicios un 8% y este gasto se traduce en beneficios para las empresas y en buenos resultados también para nuestra economía.

No tenemos que olvidar que los inmigrantes tienen tasas más altas de desempleo, más precariedad y peores condiciones laborales que el resto de los trabajadores y que España ocupa el primer lugar de los Estados miembros de la Unión con trabajadores nacionales de terceros países con riesgo de pobreza.

Estos datos deberían hacernos reflexionar y concluir en que tenemos que luchar y trabajar por la igualdad en todos los ámbitos de la sociedad, desde la educación hasta en el mercado laboral para erradicar cualquier tipo de discriminación. Y dejar atrás los discursos del odio que pretenden alentar el rechazo y la discriminación hacia una parte esencial de nuestra población.


► Artículo en "El Siglo de Europa"

Fuente: El Siglo de Europa