Aniversario del Tratado de Roma: 60 años de paz pero ¿y la prosperidad?

Fecha: 24 Mar 2017

​Aniversario de los Tratados de Roma: 60 años de paz  pero ¿y la prosperidad?
Aún lejos de la Europa Social
Madrid, 24 de marzo de 2017
UGT, con motivo del 60 aniversario de los Tratados de Roma, que se conmemoran mañana 25 de marzo, demanda políticas que contribuyan a construir una Europa más justa y solidaria y recuperar, así, los valores fundacionales de Europa, basados en la democracia, la paz, el progreso y el respeto a los derechos humanos.  Valores que son patrimonio de todos los ciudadanos y que a veces los gobiernos de los Estados eluden, como ha sucedido con la crisis de los refugiados. Hay que recuperar una Europa más solidaria, coherente e ilusionante, seguir demandando políticas al servicio de los ciudadanos, y en el que se respeten los derechos sociales y laborales.
Son muchos los que coinciden al afirmar que los Tratados de Roma, cuyo sexagésimo aniversario celebramos el 25 marzo, tuvieron como origen establecer una paz duradera en el continente europeo y aunar distintas fuerzas económicas frente a otras potencias. En este sentido, es innegable que el objetivo de paz se ha cumplido dentro de nuestras fronteras, que Europa disfruta del periodo sin conflictos armados más largo de su historia y que la zona de los 28 se ha convertido en un territorio que se beneficia constantemente de la fuerza que da la mezcla de las diferencias culturales con valores y aspiraciones comunes, consiguiendo así una privilegiada zona en el mundo en lo que respecta a la estabilidad, seguridad y prosperidad.
No obstante, sesenta años después no podemos estar totalmente satisfechos de los resultados conseguidos. Es evidente que queda mucho camino por recorrer y mucho más por construir en beneficio de la ciudadanía y para las generaciones futuras. El subrayar desde un punto de vista sindical que las ideas fundadoras están en muy serio peligro no es un ejercicio de nostalgia vacía. Podemos afirmar que la esencia de esta Europa, sus señas de identidad, son la democracia y la participación, la igualdad y la justicia social, la solidaridad y la sostenibilidad, el respeto al Estado de derecho y de los derechos humanos. ¿Pero podemos afirmar de manera tan rotunda que esta idiosincrasia sigue estando tan viva hoy como lo ha estado? Las dudas actuales de la ciudadanía sobre la razón de ser de la Unión Europea, sobre la legitimidad de las políticas de sus gobiernos y sobre la capacidad y eficacia de las estructuras de gobernanza para responder a los desafíos más urgentes a los que se enfrentan las sociedades afirman, más que señalan, que los europeos y europeas confían poco en el peso de estos valores en las políticas de las instituciones y gobiernos europeos.
El Tratado de Roma supuso un antes y un después en el camino a la integración europea al introducir la cooperación económica entre los países miembros con la CEE. El Artículo 2 del Tratado de Roma establece que “La Comunidad tendrá por misión promover, mediante el establecimiento de un mercado común y la progresiva aproximación de las políticas de los Estados miembros, un desarrollo armonioso de las actividades económicas en el conjunto de la Comunidad, una expansión continua y equilibrada, una estabilidad creciente, una elevación acelerada del nivel de vida y relaciones más estrechas entra los Estados que la integran”.
Aunque la base del Artículo 2 del Tratado de Roma evidencie que la unión inicial fue una mera unión económica, el proyecto social europeo se fue ideando y fraguando a partiendo de esta idea. Claro que sabemos que la unión de intereses económicos y del capital siempre ha prevalecido sobre la Europa del bienestar y de los derechos sociales para la que tanto hemos trabajado y luchado. Pero es también verdad que las líneas que hubieran de ser convergentes y que dibujan la economía social Europea y que representan los intereses del capital y los de la ciudadanía, hace tiempo que empezaron a ser divergentes. Demasiado divergentes. Y que sin una voluntad decidida de volverlas a hacer coincidir, el proyecto europeo se tambalea y empieza a desmoronarse.
Los 6 países firmantes –los fundadores- fueron la entonces Alemania Federal, Francia, Italia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos. Hoy son veintiocho los que forman parte de un club que nació de aquel. Pero en muy breve plazo serán uno menos: la salida del Reino Unido de esta unión no es sólo una grieta en la pintura de la unión, sino una seria señal de los daños estructurales de la casa común. Desde la Unión General de Trabajadores dijimos que el referendo sobre el brexit suponía un examen a las políticas y políticos austericidas que estaban dejando desamparada a las gentes que tanto trabajaron por crear un continente mejor. No nos alegra decir que creemos seguir teniendo razón: la Europa que dejan las y los británicos euroescépticos es la Europa que ellos creen los ha dejado a ellos.
El movimiento sindical europeo ha sido uno de los elementos fundamentales del diseño, aportando y fomentando valores al proyecto europeo, y el que situó la salubridad y calidad del diálogo social como elemento clave en la construcción de la Europa social. La Unión General de Trabajadores se siente orgullosa de ser una rara excepción sindical: aun siendo ilegal en España, nuestra organización es una de las organizaciones fundadoras de la Confederación Europea de Sindicatos (CES) en 1973.
Con ocasión de la celebración del aniversario de los tratados, la CES pide a los Gobiernos “que den pruebas de su liderazgo, de su visión de futuro y de su valor para poner a Europa en el camino de un futuro sostenible donde los derechos de los ciudadanos sea una realidad”.
El movimiento sindical europeo quiere, exige, se pongan de nuevo los valores y espíritu fundacional en el corazón de nuestra Europa y pedimos una reafirmación de solidaridad, paz y progreso. Los contenidos del conjunto de los Tratados de la Unión son un patrimonio común y muchas de nuestras referencias en cuanto a la Europa del Bienestar que queda por construir. No basta con denunciar: debemos exigir responsabilidades cuando los Estados miembros fallan a sus compromisos, ética y valores europeos, como hemos visto ha sucedido con la nefasta, inhumana, vergonzosa e ilegal respuesta dada a las personas que, huyendo de la guerra, el hambre y la miseria, utilizan la legislación internacional y se encuentran con el muro de la ignominia europea.
Deseamos que este 60 aniversario sea la ocasión de reencontrarnos con una Unión Europea más solidaria, coherente e ilusionante. La Unión en la que el resto del mundo se miraba y era el espejo de derechos, justicia y reparto justo de la riqueza al que quería aspirar. La Europa que era el modelo a seguir. La Europa del diálogo, de los valores democráticos. La Europa en la que trabajadores y trabajadoras eran beneficiarios del progreso igual que lo era el capital. La Europa que acogía, que respiraba modernidad, calidad, feminismo, tolerancia, respeto, pensamiento crítico, arte. La Europa de la industria innovadora y verde. La Europa de los servicios públicos de calidad y universales. La Europa de las oportunidades de negocio, del cuidado al ciudadano, de las infraestructuras que unen. La Europa del porvenir. La Europa- con permiso del poeta- de la rabia y de la idea que nos haga olvidar este mal sueño Europeo que ora y bosteza, viejo, tahúr, zagatero y triste.
 

Fuente: UGT