Ellas

Fecha: 14 Jun 2018

Artículo de opinión de Cristina Antoñanzas en "El Siglo de Europa"


Las ministras son la apuesta valiente de un presidente –no una presidenta, todavía no– que trata de responder al movimiento por la igualdad de las mujeres que cobró impulso el pasado 8 de Marzo y que no hubiera consentido nada por debajo de la paridad

¿Espejo de la realidad? No. No niego que la composición del nuevo Gobierno presidido por el socialista Pedro Sánchez ha cambiado de negativo a positivo el signo de la energía que mueve nuestra vida pública, que abre nuevas perspectivas, que renueva nuestra confianza en la gestión política, que –como con todo lo nuevo, y por algún proceso psicológico cuyo mecanismo desconozco pero que los publicistas dominan magistralmente– nos predispone favorablemente.

Ellas, las ministras, mayoritarias en el nuevo Ejecutivo, formadas, solventes, son la apuesta valiente de un presidente –no una presidenta, todavía no– que, desde mi punto de vista, trata de responder al movimiento por la igualdad de las mujeres que cobró impulso el pasado 8 de Marzo y que no hubiera consentido nada por debajo de la paridad.

Pero cualquier sindicalista que tiene la responsabilidad de negociar sabe que los gestos están bien, pero los hechos que quedan escritos en el BOE están mejor. Y yo soy sindicalista, y me gusta que el Gobierno de mi país tenga una amplia presencia de mujeres que gestionan carteras de enorme relevancia, pero a día de hoy ese Gobierno no es un espejo de la realidad, aunque sí puede hacer mucho para que la realidad empiece a cambiar.

Tenemos un cambio cultural pendiente, al que la composición del nuevo Ejecutivo ayuda, pero se necesita mucho más. La llave que abre la puerta a la libertad de millones de mujeres es la independencia económica, y la realidad es que las mujeres cobran menos que los hombres, padecen más paro, sufren más acoso laboral, ocupan trabajos menos especializados y con menos derechos, y tienen más precariedad. En definitiva, son menos libres.

<< sigue leyéndome >>

Fuente: El Siglo de Europa